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«Todo depende del cielo»

¿Muestra de fe o excusa para evadir responsabilidades?

El Talmud señala en varios pasajes (Berajot 33b, Meguilá 25a) que “Todo depende del Cielo”. Se piensa popularmente que ese refrán se refiere a que todo lo que ocurre es la voluntad inmediata del Creador, ignorando el libre albedrío del ser humano que Dios mismo ha creado. 

En principio, esta interpretación popular omite el final de la frase: “Todo depende del Cielo, excepto la reverencia a Dios”.

Incluso así, cuando ocurre un acontecimiento inusual el impulso erróneo de mucha gente es declarar que Dios intervino directamente en contra de los acontecimientos naturales y la voluntad de las personas para que suceda una determinada situación. 

Es un grave error pensar de esta manera.

En primer lugar, eso es afirmar que Dios no puede evitar ciertas situaciones. Entonces debe hacer “trampa”: intervenir de manera exterior a la naturaleza y luchar contra ella o contra la voluntad de un humano, como si la naturaleza o el libre albedrío fueran fuerzas que Dios no domina del todo sino con las cuales debe lidiar. 

Tal como explica Maimónides (1138-1204) en Shemoná Perakim («Ocho capítulos», su introducción al tratado de Pirké Abot), hablar de una Voluntad Divina inmediata, impulsiva, que cambia con el paso del tiempo y reacciona a los eventos históricos, sin poder prevenir aquello que resulta malo a Sus Ojos, es una especie de herejía. Es considerar que el Creador no sabía lo que ocurriría, quedando a la espera de los acontecimientos para reaccionar de una u otra manera.

Es adjudicar a Dios, o bien que no creó el universo y sus reglas y por eso debe intervenir, o bien que no calculó bien las consecuencias de las leyes naturales y el libre albedrío del ser humano que Él creó.

En el fondo, se asume equivocadamente que Dios es limitado y que tiene que pelear contra otras fuerzas para manifestar su dominio sobre el universo.

En Pirké Abot se afirma que incluso los milagros sobrenaturales acontecidos y relatados en la Torá estaban establecidos ya desde el inicio de la Creación. Nos referimos a eventos como la apertura del mar, las plagas contra los Faraones y todas las maravillas descritas en las Sagradas Escrituras durante el éxodo de Egipto.

El Creador es el conocedor de todo lo que ocurrió, ocurre y ocurrirá. No hay en Él el concepto de “veamos qué pasa y actuemos según lo que suceda”.

En segundo lugar, nadie es profeta o secretario de Dios para declarar que tiene el  conocimiento de que Dios decidió tal cosa. De hecho, tal como señala Maimónides en los capítulos 9 y 10 de Hiljot Iesodé HaTorá (leyes de las bases de la Torá) del Mishné Torá, si alguien habla en nombre de Dios pero Dios no le ha dicho nada, está cometiendo unos de los actos más heréticos expresados en la Torá. Hablar en nombre de Dios cuando Dios no se lo encomendó es una forma de profecía falsa. 

En tercer lugar, está justificando el error humano – incluso el delito de un criminal- aduciendo que fue la voluntad de Dios. De esa manera, el delito no es delito o el error no es error. Es más, está declarando que nada podemos hacer para evitar errores o delitos, porque realmente es la voluntad de Dios que ello ocurra, lo cual contradice el fundamento básico de la religión: que la persona puede actuar negligentemente si elige hacerlo.

Maimónides señala en Hiljot Teshubá (leyes del arrepentimiento o retorno) 5:1 del Mishné Torá, que la creencia en el libre albedrío es una base de la Torá. Sin libre albedrío – sin capacidad de elegir entre el bien y el mal -, no tendría sentido que Dios nos encomiende hacer determinadas cosas y nos prohíba hacer otras.

Cuando tenemos que tomar decisiones, es importante que nos hagamos cargo de ellas. Rehusar el compromiso de elegir afirmando livianamente que “Todo depende del Cielo” es una forma de negar nuestra misma conexión con el Creador.

Si alguien no estudió para un examen y luego no aprobó, o si faltó a su cita con su novio y se pelearon y se casó al final con otra persona, o si agredió a su pareja y maltrató a los hijos porque se puso nervioso por un problema que le ocasionó un vecino, y así cualquier situación cotidiana parecida, todo esto ocurre con el aval y de acuerdo a la leyes naturales que Dios estableció, y dentro de esas leyes está la elección humana. 

Cuando los Sabios dicen que “Todo es del cielo” agregan “a excepción de la reverencia a Dios” (o sea, la práctica del bien y del mal) . Se refieren a que solo los acontecimientos en los cuales el ser humano no tiene la más mínima incidencia son aquellos que tienen que ver con las leyes de la naturaleza creadas por Dios en la creación del universo, como la ley de gravedad o la ley de entropía. El ser humano no puede modificarlas.

Pero en relación a los actos de las personas, hacer el bien o el mal no depende del cielo, sino que depende del ser humano.