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Qué es el judaísmo

Introducción

La difusión de la noticia de que el judaísmo ha sido considerado una nacionalidad por un decreto reglamentario emitido por el Sr. Presidente de los Estados Unidos de América, es un buen motivo para reflexionar en relación con la significación que tiene el judaísmo.

Lo concerniente a la caracterización del judaísmo es un tema que nos vive convocando permanentemente al análisis  y no es fácil entenderlo cabalmente .

El escenario invita al esclarecimiento de situaciones que se exhiben harto confusas para la sociedad y los estamentos políticos y los propios judíos en relación con la percepción que se tiene de la fe judía  y la función de sus instituciones. 

Ello nos motiva a publicar estas reflexiones a fin de rescatar conceptos básicos respecto de la naturaleza intrínseca del judaísmo.

El judaísmo en pocas palabras.

El proceso de secularización trajo aparejado una percepción confusa respecto de las notas tipificantes de nuestra fe,  a la condición judía y los modelos de organización institucional. Más allá de las definiciones particulares que se pueden observar, según la posición personal de quien las enuncia, las notas sustantivas del judaísmo están explicitadas en la Tora – Ley Divina- . ¨Una ley nos prescribió Moisés, una herencia para la asamblea de Jacob ¨( Deuteronomio 33-4). Allí se condensa la esencia de la significación judía en un conjunto de ideas, normas, prescripciones y mandamientos que operan como estatuto fundacional de la vida del pueblo judío. Entonces Moisés y los sacerdotes levitas hablaron a todo Israel, diciendo: Guarda silencio y escucha, oh Israel. Hoy te has convertido en pueblo del Señor, tu Dios. Por tanto, obedecerás al Señor  tu Dios, y cumplirás sus mandamientos y sus estatutos que te ordeno hoy¨( Deuteronomio 27) .

En ese orden de ideas, sin entrar en el análisis de si es o no un acontecimiento histórico puntual o una idea emanada del propio pueblo,  es un hecho inequívoco que la fe judía nace en el concepto de la revelación divina. En la tradición fundacional de la fe hebrea,  se enseña que la Tora fue ofrecida por el Creador a las naciones de la antigüedad, y de todas ellas fueron los hebreos, los que en forma voluntaria, aceptaron someterse a sus normas. Así la Torá otorgó a esa tribu  semita que la aceptó, una concepción trascendente del mundo y de las personas en particular, cuya piedra angular es la convicción y aceptación de un Ser Supremo único  como “Rey del Universo”, que establece normas que rigen cada circunstancia de la vida terrenal.

Es obvio que esa aceptación de esa fe constituyó al pueblo  hebreo como el paradigma de la vigencia del monoteísmo, desplazando así las costumbres paganas e idolátricas que practicaban otros pueblos. Y así se generó y desarrolló el judaísmo, que podemos definir como una forma de vida apegada al cumplimiento y observancia de las ideas y los mandatos divinos de la Torá.

Al respecto, resulta importante destacar que se ha generalizado identificar al pueblo judío, como “el pueblo elegido”, trastocando la verdad histórica de lo sucedido en la epopeya del Sinaí. Porque en verdad, hablando con precisión, deberíamos decir  que los judíos son también, entre todas las otras naciones de la antigüedad, “el pueblo que eligió” someterse a las leyes del Creador del Mundo.

Lo antes dicho no implica negar que han existido y existen numerosas personas de confesión judía que incluyen en sus identidades elementos culturales y tendencias  típicas que los judíos han incorporado inevitablemente al vivir en una mancomunidad 

De hecho hoy se identifican con él judaísmo tanto aquellos que están vinculados principalmente con las ideas fundacionales y las ponen en práctica, como aquellos que desvinculados de los elementos raigales, se relacionan con los elementos culturales antropológicos que se generaron por las leyes de la sociología a lo largo del tiempo. 

El judaísmo no es  ni una cultura , ni una raza, ni un país 

En  este marco conceptual debemos aclarar que esos elementos culturales que se incorporaron con el tiempo a la sensación de judaísmo,  no hacen a la esencia del judaísmo.  El pueblo de Israel por su origen fundacional surgió con la idea de  ser un espejo y reflejar a Dios al mundo, esa fue la idea de sus fundadores, Abraham, Isaac y Jacob, luego Moisés y el resto de los forjadores de Fe Hebrea, ser un vínculo con la divinidad. 

Asimismo, resulta a todas luces impropio que se califique al judaísmo como una raza. El judío es -según la propia constitución fundamental del pueblo judío- quien desea serlo, manifestando su creencia y  obediencia en esa fe revelada. 

En ese sentido, no importa los genes que tenga. No surge el judaísmo ¨de¨ una tribu o pueblo sino ¨en¨ una tribu o pueblo. Los judíos no son considerados como tales, simplemente por herencia genética. La verdadera naturaleza de alguien para considerarse judío, según la propia Torá,  es ser descendiente -por madre- de quien aceptó esa fe, o que él mismo la haya aceptado por un acto voluntario, sea del pueblo, raza  o nacionalidad que sea. 

De manera tal que la aceptación de la fe o la pertenencia familiar a alguien que aceptó la fe, lo hace judío, pero ser judío sin haber en algún momento una aceptación formal y explícita, es imposible. Y así vemos a lo largo de los siglos, miles de personas que decidieron convertirse al judaísmo, y se incorporaron al mismo en igualdad de derechos y obligaciones, siendo estos de otra nación o raza o pueblo.

Por ello, por ser que el hito fundacional del judaísmo está vinculado a la entrega de la Tora, resulta menester consignar que  tampoco es correcto acotarlos a un Estado. Efectivamente, más allá de la importancia de la creación de los estados judíos que existieron como país soberano a lo largo de la historia, en la tierra que Dios asignó al pueblo desde tiempos inmemoriales, el judaísmo no es una construcción política creada por los seres humanos sino que es un designio del Creador, según el propio judaísmo.

En ese estado de cosas, no podemos soslayar que el  propio estado moderno de Israel de hoy, al que casi toda persona de confesión judía lo considera un elemento importante del judaísmo  y está vinculado por aspectos históricos culturales y de fe muy fuertes con el judaísmo – con la Tora – , no pretende asumir la representación de la confesión judía  y es incluso un estado laico declarado.

Sin embargo, permítaseme una digresión, así como es cierto que muchas personas honestamente se manifiestan críticos de las políticas de coyuntura que llevan adelante las autoridades políticas del Estado de Israel, y no por esa razón puede endilgárseles una actitud contraria a los postulados del judaísmo, no es menos cierto que recurrentemente malos intencionados solamente tienen ojos críticos para con el Estado de Israel y omiten deliberadamente cualquier clase de crítica para situaciones análogas que existen en la faz de la tierra. La crítica exorbitada contra el Estado de Israel, bien puede disimular un profundo desapego por la verdad y fomentar un verdadero antisemitismo. En ese sentido, parafraseando a los abogados, podríamos colegir la presencia un “abuso del derecho”, ya que se usa la sagrada libertad de expresión para usarla con perversidad. 

El judaísmo no es una ideología política

 En el marco conceptual que venimos desarrollando, en donde quedó lo suficientemente claro que el judaísmo no puede ser identificado con una expresión meramente cultural ni con una organización política,  no es menos importante advertir que tampoco se puede confundir al judaísmo con las actividades que algunos judíos desarrollen en el campo de los partidos políticos o de la actividad política. Menos aún puede asignarle a ningún individuo u ente colectivo el carácter de representantes del judaísmo.

Al respecto, debemos ser enfáticos: tener una exposición pública no otorga legitimación ni patente de corso para hablar en nombre del judaísmo. Esto último viene a colación, habida cuenta de que a menudo en nuestra sociedad, se ha pretendido identificar a las actividades que ciudadanos judíos desarrollan en la vida política nacional, como expresiones formales del judaísmo institucionalizado.

Como colofón de lo antes dicho, decimos que es absolutamente inapropiado hablar de judaísmo de izquierda o de derecha, o etiquetándolo con algún partido  o idea política. No hay ningún estamento ni persona que pueda asumir la representación  “política” de ningún ciudadano de fe judía, porque la política es un asunto civil y privado y no es un asunto de fe.

La religiosidad intrínseca del judaísmo la hace incompatible con cualquier expresión relacionada con la faz agonal de la política, la raza o la cultura popular. Por antonomasia no existe posibilidad alguna de predicar la existencia de un judaísmo alineado y/o identificado con alguna expresión partidaria política. Los judíos que militan en un partido político lo hacen en el ejercicio de sus derechos civiles y deben ser rigurosos en separar sus creencias religiosas de sus preferencias ideológicas.

Los directores o presidentes laicos  de los clubes o las asociaciones judías  deben comprender la importancia y simbología de sus cargos. Una de sus misiones más delicadas y primarias es la de saberse mantener dentro de su órbita funcional y vislumbrar que sus prerrogativas tienen carácter fiduciario. Están al servicio de los intereses asociativos y de sus representados. No debe utilizarse el honor de la representación para beneficio propio ni para obtener prestigio y/o fama social. Deben ser sumamente cautelosos cuando hacen declaraciones que exorbitan el ámbito ordinario de su actividad y en esos casos buscar los máximos consensos a la hora de manifestar declaraciones que equivocadamente podrían comprometer el prestigio de toda la colectividad.

Es cierto que existen funciones comunitarias que exigen interactuar con el poder político, la opinión pública y/o con organismos estatales. En esa circunstancia la dirigencia tiene un rol funcional acotado al objeto de la entidad que representa, que por definición es ajena al juego o rivalidades del partidismo político contingente.

Lo anterior nos lleva a concluir, que nadie y menos los funcionarios políticos, debe entender que los representantes comunitarios expresan en el cumplimiento de sus funciones un partidismo político particular, sino los intereses de aquellos que representan, en materia de seguridad, respeto pleno de sus derechos humanos personales y colectivos, sin atisbos de discriminación por representar una minoría religiosa en nuestro país.

Lo expuesto nos lleva a sostener, que cada uno dentro de sus incumbencias, debe hacer ingentes esfuerzos para neutralizar viejos prejuicios, y ayudar así a la opinión pública a construir una visión igualitaria y respetuosa, de las singularidades de cada núcleo social y religioso. 

Conclusión

Si bien definir al judaísmo es una tarea sumamente difícil, podemos decir con seguridad que la  intrínseca relación fundacional e histórica del judaísmo con la idea de la divinidad y sus mandamientos, la hace incompatible con cualquier expresión relacionada con la faz agonal de la política, la raza o la cultura popular,  Estado o asociación civil. 

El judaísmo en su aspecto esencial, según el propio judaísmo, es una vida de subyugación o vínculo -aún sin subyugación ni cumplimiento-   al concepto divino y sus mandamientos revelados.

Tal como lo expresó Rabí Saadia Gaon en el primer libro teológico filosófico escrito sobre el judaísmo en el siglo IX  ¨No es  Israel un pueblo sino por sus mandamientos ¨.

El Sionismo no se generó por el mero hecho de querer tener un país que dejó de existir y que los judíos querían volver a tener por nostalgia y orgullo nacional.  Se generó por el hecho de que los judíos eran aniquilados sistemáticamente desde los tiempo remotos mientras vivían en la diáspora y especialmente durante la segunda guerra mundial.

Los Asmoneos no se revelaron contra el imperio Seléucida porque  tenían una opinión política distinta. Lo hicieron porque los seléucidas estaban arrasando  con sus tradiciones vinculadas con la divinidad y los mandamientos.

Moisés no salió de Egipto para crear una raza pura hebrea o mantener costumbre folclóricas típicas de los semitas,  sino para entregar al pueblo la Ley Divina y ponerla en práctica en una tierra donde puedan preservarla en paz.

De manera tal que Israel,  si bien es una definición compleja entre varios conceptos,  no cabe duda que el aspecto fundacional es su relacionamiento con la divinidad y sus mandamientos revelados .