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¿Para qué sirve el Mesías?

¿En qué consiste el anhelo del pueblo judío de la era mesiánica?

Apenas el Pueblo de Israel salió de Egipto, solo 49 días después, se le entregó la Torá y el pueblo empezó a gozar de una sensibilidad extrema en la cual percibían más cerca y más latente la presencia de Di-s, llamada en hebreo Shejiná.

Después de las transgresiones cometidas por el pueblo en el desierto, Di-s decide eliminar esa sensibilidad del pueblo, porque es más grave transgredir poseyendo esa sensibilidad, que no poseyéndola. Aunque esa sensibilidad ayuda a elevarse, solo es buena si la utiliza para elevarse espiritualmente, pero si no se eleva espiritualmente, y transgrede, la falta y el perjuicio es mayor.

De allí que la Shejiná se concentró en el Ohel Moed, o sea en el Tabernáculo, donde quien realmente se preparaba y deseaba la conexión con Di-s podía acudir allí para ese objetivo, pero ya no era perceptible en el campamento nómade del desierto, en su camino desde Egipto a la Tierra Prometida. Eso era perjudicial, en parte, porque la falta de sensibilidad privaba la posibilidad de elevarse, aunque si transgredían era menos grave que si la Shejiná hubiera estado presente.

Así fue siempre, incluso después de entrar a la Tierra Prometida, se estableció un santuario para las peregrinaciones, en las cuales los visitantes se preparaban para esa sublime visita y así se encontró el equilibrio adecuado para las debilidades del hombre. Cuando alguien decidía elevarse espiritualmente y quería cobrar entusiasmo, peregrinaba al Tabernáculo que luego el Rey Salomón lo convirtió en Templo.

Al destruirse el Templo, esa sensibilidad, que solo se despertaba en ese lugar, desapareció del mundo y no hay lugar donde activar las elevaciones espirituales.

En la era mesiánica, el Mesías construirá el Templo nuevamente y hará retornar la posibilidad de esa sensibilidad para contrarrestar las pasiones terrenales y mundanas que dominan al hombre y no lo dejan elevarse espiritualmente, incluso aquellos que piensan que están elevados también son víctimas de la tremenda terrenidad que domina nuestras vidas sin lugar donde refugiarse.

Las sinagogas actuales y el propio Muro Occidental que quedó como vestigio del Gran Templo de Jerusalén pueden servir de referencia, ya que al visitarlos la persona percibe un vestigio de elevación, aunque muy sutil, pero es una referencia a lo que ocurriría en mayor grado si el Gran Templo, el santuario, estuviese existiendo.

Por eso se anhela la llegada del Mesías, para contar nuevamente con la posibilidad de elevarnos espiritualmente y no solo en el Templo sino en el mundo en general; se retornará a una mayor sensibilidad en la cual tengamos chance de elegir el bien y la nobleza, y no como hoy, un mundo donde casi no lo percibimos a Di-s por nuestro excesivo materialismo.

Como dice Maimónides en su libro Iad Hajazaká, en las Leyes de los Reyes: “todo el anhelo de la llegada del Mesías del pueblo judío es para poder tener un corazón más blando a percibir a Di-s mejor y así convertirse en mejores personas y un mundo ideal”.

No es como el vulgo piensa que la llegada del Mesías es para arreglar sus conflictos económicos o familiares, o para curar sus males o tener placeres mundanos, y poder o diversión.

Para muchos que piensan así, la llegada del Mesías será una desilusión; solo los espíritus nobles que desean elevarse, percibirán la bendición de este acontecimiento.

Por el Gran Rabino Isaac Sacca