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La visión del judaísmo sobre la pandemia del Coronavirus

¿El fin o el principio de la humanidad?

¿Es posible que esta pandemia haya sido a causa de nuestros actos? ¿Es producto acaso de nuestro mal comportamiento?

Nadie lo sabe aún. Quizá los científicos podrán decir si este mal específicamente del coronavirus es consecuencia de alguna actitud humana, no podemos saber nosotros cuál es su causa.

De Dios seguro no proviene, como dice ya bien claro en la Biblia : “De Dios no proviene ni el bien ni el mal”.

Pero la situación que se genero a nivel social y psicológico nos hace entrar en una situación propicia para la reflexión. En lugar del fin o el Apocalipsis.

No es momento para él derrotismo y a claudicación, es momento para fortalecernos con una estrategia renovada basada en la reflexión. Si todos actuamos correctamente, puede ser el principio de una nueva era positiva.

En primer lugar, decimos que ahora la reflexión nos es propicia, porque esta situación de temor y reacción solidaria mundial, a causa del Coronavirus, brinda a la humanidad la posibilidad única de mejorar. Porque estamos sensibles y eso es para reflexionar y volver a ser más humanos, más sensibles y más correctos, porque descubrimos ahora que podemos, porque salen a relucir nuestras virtudes en momentos de crisis.

No estamos diciendo que el virus viene porque hicimos algo malo, pero sí decimos que la situación a la que nos a lleva es una oportunidad para reflexionar en general sobre qué es lo importante y enfocarnos en el bien, la moralidad y en lo bueno que realmente somos los seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios.

Podemos reconocer y enmendar errores instalados en la sociedad, más allá de si están relacionados o no con el virus. 

Cuando vienen sufrimientos extremos a los humanos, estos indican que es momento de reflexionar”, porque el entorno social se presta al análisis y la toma de conciencia, a diferencia de cuando estamos inmersos en la vorágine de la vida vertiginosa.

En segundo lugar, la reflexión siempre es oportuna y ahora sería muy oportuna, no debemos ser ingenuos y pensar que nada tenemos que ver con las tragedias de la humanidad. De hecho, se sabe fehacientemente que la especie humana ha provocado más aniquilación que todas las demás criaturas del mundo y los cataclismos naturales.

No en vano está escrito en la Biblia “No brota del polvo la iniquidad, ni es el suelo el que produce el infortunio, pues es el hombre el que genera la desventura”.

Los males en muchos casos, están relacionados directa o indirectamente con nuestro accionar. 

Es una oportunidad para la detectar que quizá hemos realizado algo inadecuado, ¿o acaso somos perfectos?

En tercer lugar, las crisis necesitan sobrepasarse y para ello hacen falta armas nobles y caritativas; las crisis se combaten con amor, generosidad, solidaridad y voluntad.

El solo hecho que exista una crisis amerita que el ser humano aproveche a reflexionar para alcanzar el bien mayor porque es cuando más lo necesita. Justamente cuando el infortunio acecha a la humanidad es cuando más se necesita de almas puras y buenas, y la reflexión ayudará a generar en nosotros esa bondad.

El Talmud sugiere analizar la situación de crisis en la que estamos y en base a ella reflexionar y sacar conclusiones.

¿En qué situación nos encontramos? ¿Qué descubrimos de bondad en nosotros a causa de esta situación de crisis?

1. No estamos ahora violando a la naturaleza ni destruyendo al ecosistema. 

2. No estamos haciendo diferencia entre los seres humanos porque todos estamos en las mismas condiciones.

3. No estamos mostrándonos como virtuosos públicamente con Dios ante la gente y lo bueno que hacemos pasa solo en la intimidad de nuestros sentimientos antes Dios solamente.

4. No nos entregamos a los excesos, o festines descontrolados, y nos concentramos en cuidar a los enfermos y frágiles, ancianos y carenciados con un espíritu solidario nunca antes visto en los seres humanos en tan gran escala.

5. No buscamos estima ni abandonamos a la familia por el aplauso externo. Ahora estamos concentrados en nuestro hogar procurando afecto y contención entre los íntimos. 

Todo ello nos debe hacer reflexionar 

1- ¿No habremos despreciado y violado sin compasión la creación divina, la naturaleza, el ecosistema? ¿No habremos usurpado y avasallado la vida, el orden y la armonía con que Dios creó al mundo, contaminando la naturaleza sin piedad para satisfacer sin control nuestros impulsos y nuestra avidez de poder, honor y placer sin límites?¿Será por eso que la naturaleza reacciona a nuestra agresión? 

2- ¿No habremos creado identidades, facciones, grupos, sectas, jerarquías, naciones, culturas y religiones que nos dividieron artificialmente, contrario a la naturaleza que creó a los seres humanos iguales?¿Hemos generado así rencores con quienes son distintos a nosotros, y promovido guerras devastadoras mucho más temibles que todos los virus juntos? 

3- ¿No habremos generado un contacto con Dios para mostrarnos en público o satisfacer los modos y costumbres, o por superstición, sin sentimiento, mientras nuestras manos estaban manchadas con envidia, egoísmo, vanagloria y falsa humildad?

4- ¿No nos habremos entregado a excesos, a la frivolidad, al derroche sin control en eventos y olvidamos a los necesitados, los enfermos, los ancianos, los minusválidos y los dolientes?

5- ¿No habremos perdido el valor de la familia, la vida íntima y la calidez del hogar, buscando afuera el aplauso, la fama, la captación de atención, y a vanagloriarnos con el brillo frío del estrellato social? Estábamos bajo la obsesión de que todo debe hacerse multitudinariamente, hasta las cosas buenas, e incluso hasta los actos de bien, ¿acaso no tienen valor si se hacen en la intimidad del corazón? ¿Todo debe ser expuesto de manera masiva, quitándole el alma a todo?

La pareja que cría a sus hijos, que trabaja, que ayuda al prójimo, que visita a un enfermo, ¿no tiene valor? ¿Solo tiene valor si son miles los que se juntan y se difunde en todos los medios?

¿Quizá lo importante era mostrarnos, en lugar de vernos a nosotros mismos?

Es momento de luchar contra la pandemia, ser solidarios y ayudarnos mutuamente y hemos descubierto que somos mejores de lo que pensábamos y que podemos hacerlo y bien. 

Sería acertado que cuando termine la pandemia, continuemos comportándonos con las fuerzas positivas que descubrimos de las que somos capaces, como lo hicimos  durante la crisis. 

Es una oportunidad única para un nuevo comienzo de la humanidad. No depende de Dios, depende de nosotros.