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La tradición religiosa y la razón 

El fundador del pueblo hebreo fue nuestro padre Abraham, quien se destacó por desafiar las normas establecidas, yendo siendo en busca de la verdad. No tenía miedo de consultar, preguntar, responder, debatir, analizar y refutar los ídolos e ideas convencionales.

Diariamente recitamos entre las bendiciones matinales la bendición de la Torá. El texto dice: “Bendito eres Tú Señor que nos diste Tu ley (Torá), ley verdadera (Torat Emet)” (Talmud Bablí, Berajot 11b). El gran mérito de la ley revelada por Dios no es solo ser una ley revelada a un pueblo específico, sino que su grandeza radica en el hecho que es la ley verdadera.

La tradición debe ser comulgada con la razón: una tradición demencial es una herencia errónea. Recordemos que lo que la Torá transmite no es una filosofía más, es la verdad de la vida.

Por ello, el valor de la Torá no radica en ser un bien autóctono de la cultura hebrea, sino en ser la verdad revelada por Dios, que puede y debe ser corroborada por nosotros con el intelecto que nos dio Él. 

Por otra parte, no existe en la tradición de Israel el concepto de tradición sin sentido común. Derej éres kadmá laTorá, el sentido común se antepone a la Torá (Vaikrá Rabá 9:3).

Si la persona sigue aquello que piensa que es la Torá sin hacer caso al sentido común, está expuesto a cometer grandes transgresiones.

Dios creó al ser humano con la capacidad de entender, pensar y analizar, para que pueda chequear las tradiciones y corroborar cuál es aceptable y verdadera y cuál debe ser rechazada por falsa.

El judaísmo desafía a las personas que quieran realizar el experimento de descubrir solos la Torá: háganlo y descubrirán la misma Torá que existe, sin cambios, si usan realmente el sentido común, la lógica y la razón.

La verdad, paradójicamente, es fortalecida cuando se da la posibilidad de analizar y debatir. Si se restringe la investigación de la verdad, entonces perdemos la posibilidad de descubrirla y se nos escapa de las manos. Siempre estemos dispuestos a debatir para aprender y analizar y nunca olvidemos lo que dice el Talmud: el sello del Santo Bendito es la verdad (Talmud Bablí, Shabat 55a; Iomá 69b).