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La Torá contra la hechicería

Se suele pensar que la idolatría y la superstición son problemas de un pasado lejano. Sin embargo, alcanza con entrar a internet o leer un periódico para encontrarse con una cantidad descomunal de publicidad de servicios de limpieza de demonios, amarres, cura del mal de ojo o sanaciones milagrosas, entre otros. 

Todas estas prácticas proponen quitarnos de encima presuntas influencias malignas. Es un servicio que tiene su costo: cada vez que nos lo prestan, nos lo cobran. Hay mucha gente que tiene problemas y estos individuos inescrupulosos se aprovechan de esas necesidades para ganar dinero. 

Lo cierto es que cada día tenemos más estrés, más ansiedad y nuevos conflictos; anhelamos soluciones que tardan en llegar. Esto lleva a mucha gente a la búsqueda de soluciones mágicas. 

En ocasiones, sucede frente a situaciones adversas y muy duras. Por ejemplo, si el médico le dice a alguien que su familiar no tiene curación. Es decir, a veces hay personas que se encuentran frente a situaciones desesperantes y recurren a soluciones mágicas.

¿Qué dice la Torá al respecto? ¿Se puede recurrir a este tipo de “servicios” o está prohibido?

Quienquiera que haya leído la Torá sabe que todas las prácticas de la brujería, hechicería, magia y adivinación están prohibidas. No debe quedar ninguna duda al respecto. 

También es verdad que nuestros sabios indicaron que los jueces debían estudiar todas estas técnicas de ocultismo. 

Si nos remitimos al Tratado del Sanhedrín, vemos que allí se comenta que para ser miembro de este antiguo Tribunal Supremo judío, había que ser un experto en las técnicas de  la brujería y del ocultismo. Los sabios tenían que juzgar a los que practicaban la brujería o la hechicería y, dado que uno no puede juzgar a alguien sin conocer las técnicas que utiliza, nuestros sabios se dedicaron a estudiar estos temas.

Esto no quiere decir que esas técnicas de brujería, magia y hechicería funcionen: no existe la “magia blanca” ni la “magia negra”. Ninguna de estas técnicas está autorizada porque son mentiras y engaños para desviarnos de la realidad. A diferencia de la ciencia, que es replicable y verificable, estas técnicas de brujería, magia y hechicería son inventos sin ninguna base racional ni sustento lógico. No son verdaderas, aunque quienes lucran con ellas las presentan como tales.

Para la Torá, no existe la posibilidad de solucionar un problema sin resolver sus causas. El bien y el mal están en nosotros: si queremos, hacemos el bien; si queremos, hacemos el mal. No depende de ningún hechizo ni brujería.

Pero si las técnicas de brujería, magia y hechicería son simples fantasías y no funcionan, ¿por qué están prohibidas? Hay dos motivos, que pasamos a detallar.

El primer motivo es que las personas pueden confundirse. Si alguien está enfermo, va a un mago y luego se cura, va a pensar que la curación fue causada por la acción del mago (aunque quizás fue por haber tomado también una medicina. haber cambiado su dieta, la acción de sus anticuerpos o cualquier otro factor). Esta creencia en el poder y la realidad de la magia puede provocar que la persona se incline hacia otras creencias supersticiosas y así termine descarriando su vida, guiándose por falsedades y mentiras. Una creencia errónea puede transformarse en una bola de nieve de creencias erróneas.

El segundo motivo es que la creencia en estas supersticiones y hechicerías fomenta el libertinaje. Si una determinada práctica tiene como objetivo la sanación, cura o restablecimiento del equilibrio cósmico, va a estar permitida (e incluso puede parecer un enorme mérito realizarla), a pesar de que sea inmoral, criminal y depravada. Así se puede justificar las peores perversiones en nombre de un supuesto objetivo noble.

Por lo tanto, llamamos a redoblar los esfuerzos para defender el sentido común, la razón y la práctica del bien por encima de las supersticiones, la idolatría y las prácticas paganas.