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Janucá: Recordar para actuar

Janucá nos recuerda dos milagros: el primero, la victoria de los hebreos inexpertos en el arte militar sobre el gran Imperio antiguo asirio helenístico que pretendía socavar por la fuerza las tradiciones milenarias del Pueblo de Israel e instituir un culto al cuerpo. El segundo, que al concluir esa victoria y reinaugurar el funcionamiento del Gran Templo de Jerusalén, al encender la Menorá, las luminarias se mantuvieron encendidas durante ocho días cuando solo había aceite para un solo día.

En realidad, es un solo milagro y un solo mensaje.

El judaísmo, formado por las tradiciones que Dios reveló a su pueblo para que la humanidad sea feliz, es efectivo no solo cuando se recuerdan estas tradiciones sino, esencialmente, cuando marcan nuestro accionar.

La continuidad del pueblo judío no depende únicamente de la añoranza del pasado. No debe ser una tradición muerta o de museo. Cuando una cultura se deposita en los recuerdos, significa que pereció.

La continuidad del pueblo judío depende de que se practique la tradición, que sea vivida; debe ser proyectada a través de nuestros actos. Solo así es efectiva. Solo así el pueblo judío permanecerá eternamente vivo.

El milagro de la victoria fue posible gracias a que los judíos se resistieron a dejar de practicar su fe activamente; no querían abandonar sus creencias y dejar de ser lo que eran, no se resignaron a que esta se convirtiese en un libro de texto de historia. Por eso lucharon y por eso triunfaron.

Ese espíritu de acción y práctica de la tradición de esos judíos generó el otro milagro: la permanencia de las velas. De esa manera, Dios enseña que el espíritu Macabeo que radica no solo en la añoranza del pasado sino principalmente en la voluntad de actuar, en mantener y perpetuar las tradiciones tal como las recibimos del Creador, es el que asegura la continuidad de Israel.

Por ello, las velas perduraron sobrenaturalmente. Simbolizan que solamente si el Pueblo de Israel mantiene su tradición no solo a nivel cultural, sino principalmente manteniendo una práctica activa y vivencial, como lo hicieron los Macabeos, podrá perpetuarse en la historia, aun ante la adversidad, aun con poco aceite.

Janucá nos enseña a no caer en la costumbre común de estudiar y analizar el judaísmo como un elemento inerte, folclórico y sin vida. El judaísmo debe ser un acto estimulante y vivencial, por el bien del pueblo judío en sí y por el bien de la humanidad en general, ya que, de no ser así, se privaría el judío de su propia vivencia y se privaría a la humanidad del beneficio que tiene el judaísmo para la sociedad.

Para que nuestros hijos se perpetúen como miembros fieles a los valores de la Torá, y mantengan una continuidad, para que sean personas íntegras y comprometidas, es necesario no solo que recuerden la cultura del pasado, sino que vivencien las tradiciones y costumbres en el presente. 

Feliz Janucá