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Janucá

La Historia

Alejandro fallece a los 33 años de edad y sus generales se dividen el dominio del planeta. Luego, cada uno de ellos gobierna en distintas latitudes, difundiendo e impartiendo el helenismo.

Esta cultura especial llamada ‘Helenismo‘ pretendía infundir una formación basada en los valores del cuerpo y lo material, combinado así las cultura de Helada (Heleno hijo de Deucaluion y Pirra, padre mitológico de los griegos y nombre primitivo de Grecia) con las tradiciones políticas de Mesopotamia Egipto y Persia, que había forjado la filosofía Alejandrina.

Las naciones del mundo aceptaron con gratificación la nueva cultura, ya que generalmente los pueblos conquistados por los grandes Imperios, siempre buscaban causar simpatía y gracia frente a los ojos de los nuevos gobernantes y se asimilaban a las costumbres del Imperio dominante.

Sin embargo, con el Pueblo de Israel ocurría el fenómeno inverso: no se asimilaba ya que los judíos eran muy obstinados en sus tradiciones, en su cultura, su ética y su estilo de vida.

Los griegos, conocedores de estas características de los hebreos -que veían como extrañas-, no presionaron para introducir sus costumbres en el seno de la cultura judía.

Sin embargo, en muchas ocasiones, las transformaciones de la cultura popular llegaron antes por  deterioro moral interno de la dirigencia judía, más que por presión discriminadora externa de los gobernantes de facto . Y ése fue el caso.

Ocurrió entonces que había dos hermanos judíos, que tenían hasta sus nombres en idioma griego. Uno era el Cohen Gadol (Gran Sacerdote) Menelao y otro era Onía; este último ansiaba el cargo de su hermano. Por ello, se dirigió a hablar con el Emperador griego que residía en Siria, Antíoco Epifanes. Le planteó que los judíos también querían pertenecer a la cultura helénica, pero que los intransigentes fundamentalistas no lo permitirían. Por lo que le rogó que no los dejen de lado y le suplicó que lleven su  su cultura a Jerusalén.

El Emperador, intrigado, quería saber qué recibiría a cambio. Onía le dijo que si lo nombra a él Gran Sacerdote, le haría entregar a cambio todo el oro del Templo.

Las condiciones representaban su propio nombramiento a cambio del arribo de la cultura griega a Jerusalén.

De este modo, vendió Onia a su propio pueblo, por su egocentrismo, actuando inmoral y vanidosamente.

La Ciudad Santa estaba bajo dominio griego desde el 322 Antes de la Era en Común, pero hasta allí con permisividad para el desarrollo de la cultura judía. Ahora, tras el trato con Onía, Antíoco Epifanes ocupó Jerusalén, ingresó al templo y lo profanó.

Es el momento aquí en que los griegos interrumpen los servicios religiosos judíos y construyen e instalan un Gimnasio al lado del Bet Hamikdash. Acompañado de toda la pompa de la propaganda con notorios carteles que anunciaban ‘venga y pruebe otra vida‘.

Así fue que cuando los judíos iban al Templo, se encontraban con un Gimnasio griego al lado.

Ese hombre que fue a hablar con el Emperador, no estaba solo; había muchos judíos que pensaban como él. Ser heleno pero con apariencia superficial judía, para mantenerse como líderes del pueblo judío y de esa manera ser reconocido como tales ante las autoridades griegas, sin leyes ni tradiciones judías que impliquen valores y dedicación, sin restricciones, sin compromisos religiosos que limiten los placeres del cuerpo.

Un judaísmo reformado a medida, para poder ser helenista (término utilizado ara describir a os judíos helenizados).

El tema judaico de valores y prácticas podía quedar relegado al pasado, a una etapa cumplida,  proceso que fue superado y ahora podría ser solo  cuestión de una añoranza y un recuerdo folclórico. Solo se dejarían aquellos ritos que sean compatibles con la cultura griega.

La crueldad de epífanes para llevar a cabo su campaña de conversión  helénica fue extrema. El Rey, los helenos y los helenistas implementaron una persecución aterradora contra los judíos que no querían asimilarse. Crueldad extrema, asesinatos,  torturas y matanzas de niños masivas en plazas publicas para instigar a la población a abandonar sus milenarias tradiciones judías.

Pero un grupo que no aceptaba cambiar las tradiciones de sus padres. Encabezados por Matitiahu  ben Iojanán y sus hijos, juntaron a algunas personas y se lanzaron al combate contra los helenistas. Tuvieron que adaptarse a una actividad desconocida para ellos – la guerra- para restituir el derecho natural de mantener la tradición en las que creían.

Fueron llamados los Macabím iehuda el hijo de matituahu, que en sus escudos grabó la palabra macabi, sigla de Mi camija baelim ashem: quien es que como o eterno , o Jashmonaím (derivado del nombre familiar de matitiahu).

Y ocurrió lo inesperado: este grupo reducido de personas derrotó a los soldados de un ejército que por era entonces el más poderoso del mundo.

Este triunfo es el que recuerda la festividad de Janucá. Fue un acontecimiento nacional muy significativo no sólo por la victoria militar, sino que era la primera vez después de la conquista de Babel, que el pueblo judío retomaba el poder en su propia tierra. En el año 164 antes de la Era en Común, Iehuda Macabí toma Jerusalén  y consagra el templo.

Se nombró en esa época una dinastía de reyes judíos de la familia hasmonea, que gobernó durante mas de 200 años, hasta que los romanos desalojaron a los griegos del poder mundial.

Las élites dirigentes del pueblo de Israel se corrompieron, se convirtieron en helenistas (judíos que actuaban como helenos), apropiándose del poder que sólo ostentarían si eran judíos, y embelesados con una vida al estilo liberal griego, encontraron la combinación perfecta de entregarse a los dictámenes de la cultura imperante de egocentrismo,  pero manteniendo siempre el liderazgo judío.

Para ello debían acabar con los valores judaicos ancestrales; erradicarlos, reformarlos, cambiarlos, y dejar todo lo «molesto», recluirlo a algún museo y archivo histórico.

No obstante, el pueblo, la gente común, vio que la prepotencia de sus dirigentes traspasó cualquier límite; enceguecidos por las ansias del poder y placer, estaban dispuestos a destruir la tradición judía, aquella que le enseñaba al mundo a respetar la vida, el prójimo, la familia, los enfermos, los ancianos los minusválidos, la igualdad, los derechos humanos, el derecho de los trabajadores a descansar y otros valores y prácticas tan incomprensibles para los griegos y demás culturas de aquel entonces. El pueblo no iba a permitir que eso suceda ya que todo abuso de poder tiene su punto de inaceptabilidad.

Los griegos, que no tenían remordimiento alguno para matar a los recién nacidos, defectuosos, o sacrificar humanos en caso de necesidad, sabían que estas ideas judías de derechos humanos eran generadas por los mandamientos religiosos y demás preceptos y ritos de la Torá, que contenían  creencias tan absurdas de nobleza la vida, los humanos, los animales y el mundo en general. Por eso prohibieron el estudio de la Torá.

¿Qué le hubiera pasado al mundo si los judíos nobles no hubieran luchado por esos valores?

Él luchó y logró revitalizar el espíritu de bondad del judaísmo, la sabia de su raíces, y la luz volvió a iluminar, porque esa era la misión de Israel: iluminarse e iluminar a los demás siendo lo que son.

Al final los helenistas desaparecieron de la historia. Por otro lado y heme aquí un humilde servidor descendiente de aquellos judíos que lucharon por la verdad y el bien, escribió estas líneas, y junto  a millones de judíos seguimos practicando esa tradición milenaria y nos inspiramos en su epopeya.

En aquellas históricas jornadas, cuando los judíos retoman el Templo y lo van a consagrar a D»s, después de haber sido profanado por Antíoco epífanes, se encuentran con que no había aceite puro suficiente para encender la Menorá ya  que hacía falta un aceite procesado de una manera determinada, de acuerdo con las normas bíblicas. Y ese proceso dura ocho días.

Sólo hallaron un frasco de aceite que podía durar un día y no más. ¿Qué hicieron? Encendieron la Menorá con lo que tenían. Aún sabiendo que no iban a tener velas para el segundo día, igualmente colocaron las velas en la menorá.

Sin embargo, esa poquísima cantidad de aceite se mantuvo encendida ocho días, hasta que llegó el momento en que terminaron de  fabricar nuevamente el aceite para las velas de la Menorá.

En recuerdo a estos acontecimientos, hoy en día también encendemos las velas a partir de 25 de kislev del calendario hebreo.

El primer día de Janucá encendemos una vela, el segundo día, dos, el tercer día, tres, hasta llegar al último día, que son ocho velas. Como los ocho días que se mantuvo encendida la Menorá en aquel entonces.

El  Mensaje

Janucá nos recuerda dos acontecimientos:

el primero, la victoria de los judíos sobre los  griegos y helenistas  y el segundo, las luminarias que alcanzaban solamente para un día se mantuvieron encendidas sobrenaturalmente  durante ocho.

Janucá es la festividad de la continuidad judía espiritual.

Hubiera sido suficiente para reconquistar la posibilidad de mantener la identidad, que los Jasmoneos venzan a los helenistas y griegos  sin necesidad  del milagro de la duración del candelabro durante ocho días.

Pero eso fue para Israel un mensaje eterno para los que desean bregar por la identidad y continuidad de la herencia judía .

El creador tiene el poder de hacer milagros , puede hacer encender el aceite de un día durante ocho días ,  también podía hacer que los griegos y helenistas  sucumban  sin necesidad de que tengan matitiahu y su gente arriesgar su vida para ellos y encarar una batalla, pero no, no  hay milagros para que dejemos de hacer nuestros deberes , para sustituir la responsabilidad del hombre.

El milagro sobrenatural no es para suplantar al hombre, sino para dar un mensaje al hombre.

La educación de las próximas generaciones se debe encarar con seriedad, poniendo toda la energía, la materia y los medios físicos, y al final se verá que Dios mantiene viva la llama de la identidad. Pero debe haber antes un compromiso serio nuestro. No podemos esperar la salvación de Dios, en lo que respecta a los obligaciones espirituales, debemos hacerlo nosotros.

El milagro de la victoria contra un imperio poderoso fue posible gracias a que los judíos se resistían a dejar de practicar su fe; no se resignaron a que ésta se convirtiese en un manual de historia.

La Menora: cuando las luminarias milagrosamente se prolongaron, demostró que el espíritu macabeo radicaba en el deseo de asegurar un futuro, por ello las velas perduraron mas allá del presente sobrenaturalmente, simbolizando así que, sólo si el espíritu judío hace traducir la fuerza de la historia en una vida activa que asegure la continuidad de las tradiciones, podrá perpetuarse.

Janucá nos enseña a no caer en el vicio de estudiar y analizar el judaísmo como un elemento inerte, folclórico y sin vida. El judaísmo debe ser un acto estimulante y vivencial como las velas, que no dejan de vibrar. Solo así ilumina y perdura para siempre. Encender las velitas de no es suficiente, debemos, principalmente, encender el alma judía actuando y viviendo como judíos.