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Enfocarse en el largo plazo

Si atendemos a los efectos a corto plazo de la majestuosa revelación en el Monte de Sinaí, debemos concluir que fue un fracaso. Al poco tiempo, el pueblo judío recaía en la idolatría, adorando al Becerro de Oro. Sin embargo, de aquí podemos extraer una lección: no debemos medir los resultados de un evento histórico a corto plazo, sino ver sus efectos a largo plazo. Y ahora la majestuosa revelación cobra un nuevo significado. De la revelación Divina en el Monte de Sinaí surge la Torá, el documento fundacional del pueblo judío y uno de los textos básicos de la civilización occidental. Los Diez Mandamientos siguen vigentes como los fundamentos del orden civilizado.

Un observador miope de la época podría haber pensado que la salida de Egipto y el periplo por el desierto fueron rotundos fracasos: cuarenta años deambulando por tierras inhóspitas – un trayecto que no debería tomar más que unos días-, con quejas, rebeliones y conflictos internos dentro del mismo pueblo, desalentaría a más de uno. Sin embargo, esta quizás sea la lección que quiere transmitirnos la Torá: no mires lo que está pasando hoy, presta atención a lo que se está gestando para el futuro. 

Mirar hacia el futuro

La fe no es un salto repentino y momentáneo sino un proceso gradual de reflexión y autoconocimiento individual y colectivo. La Torá nos enseña que los grandes milagros, las voces estremecedoras y las señales impactantes no son suficientes. El camino de la fe se construye a través del tiempo y de manera escalonada, paso a paso

El pueblo judío captó esta lección, y por eso se localizó en la educación (creando y sustentando instituciones educativas abiertas a todo el pueblo) durante toda su historia. Si apostamos al largo plazo, entonces el futuro está asegurado. Si plantamos hoy una semilla, el fruto recién lo veremos mañana.