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El mensaje ambientalista de la Torá

El mensaje ambientalista de la Torá

Dios entregó el universo, con toda su riqueza de matices, al ser humano. Somos guardianes de la armoniosa creación Divina.

Por eso, es importante que nos tomemos el tiempo necesario para reflexionar profundamente sobre nuestra relación con el ambiente: como sociedad, ¿tenemos una relación equilibrada con nuestro entorno?

Vivimos en una sociedad insaciable: el consumismo y la producción en masa nos devoran. Si bien no renegamos de los avances tecnológicos de los últimos 200 años y los consideramos una bendición, tienen una contraparte negativa: el daño ambiental que ocasionan.

El cambio climático es un hecho comprobado científicamente, y todos somos responsables: generamos un nivel de contaminación nunca antes visto en la historia de la humanidad.

La creación de Dios

En la Biblia Hebrea, no existe una palabra específica para hablar de la «naturaleza». De acuerdo a la cosmovisión judía, la «naturaleza» es la Briá o sea “creación”. No es un ente independiente de Dios, autónomo en su funcionamiento y sujeto a leyes propias, sino que es una creación de Dios.

De acá aprendemos que atentar contra la naturaleza es atentar contra la obra de Dios.

El judaísmo también rechaza la idea materialista de un universo sin destino ni objetivo, ni consecuencias, un universo regido por el azar y el caos, independiente de toda regla. De allí la responsabilidad que tenemos frente a la continuidad de esta existencia creada por Dios, que coloquialmente denominamos “naturaleza”.

Por otra parte, el judaísmo no es panteísta: no iguala a Dios con lo natural. La Biblia Hebrea no endiosa a la naturaleza. Dios crea, ordena y domina al universo, pero lo trasciende en Su Majestuosidad. 

De aquí vemos que podemos llegar a destruir la naturaleza y perecer nosotros con ella, por nuestra impericia o nuestra ansia de poder, pero Dios no dejará de existir. El problema es nuestro, no de Él.

La misión del ser humano

El «mundo natural» es el escenario en donde se desenvuelve  la vida humana. Por eso, uno de los principales deberes de la humanidad es cuidar y proteger su entorno. Podemos utilizarlo, pero siempre teniendo en cuenta que somos meros pasajeros en este mundo y que el verdadero dueño es Dios.

Siguiendo el relato Bíblico, vemos que Dios creó al ser humano del «polvo de la tierra» y «a imagen y semejanza Divina«. Somos seres materiales y espirituales simultáneamente. Podemos ser meros animales, sujetos a nuestros instintos naturales, o podemos aprender a guiarnos por la nobleza moral. 

Como humanidad, estamos en un momento crucial de nuestra historia: ¿seguiremos nuestro instinto materialista y animal o nos guiaremos nuestra racionalidad espiritual y moral?