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¿Cómo reaccionar ante la tragedia que vive el prójimo?

“No te preocupes, todo es para bien, por algún motivo Dios te envía esto”. 

“Todo lo que Dios hace es para bien”.

Con la intención de destacar que realmente todo lo que ocurre está digitado por el Creador y que las desgracias que ocurren son justificadas hay quien suele formular estos comentarios a los dolientes esperando que ello consuele al sufriente.

Aunque seguramente las intenciones de quienes hablan de esta manera sean buenas, es muy probable que terminen causando daño. En situaciones de estrés y vulnerabilidad, deberíamos intentar cuidarnos de no lastimar la sensibilidad del que padece.

Es verdad que para el creyente, el Creador es bondadoso y busca el bien. También es verdad que Dios protege y cuida a sus criaturas. 

Sin embargo, el sufrimiento de la persona es real y menospreciarlo, justificarlo o minimizarlo no ayuda sino que aumenta su dolor.

Ese fue el error de los tres amigos de Job, que explicaron su sufrimiento intentando justificar a Dios diciendo que si le pasaron cosas malas a Job, «por algo será». 

Job les contestó: ¿Qué clase de amigos son ustedes? ¿Acaso no sé yo que Dios domina el destino de todo y es el Rey del universo? Lo que un afligido necesita de un amigo en momentos de su dolor no es que adulen a Dios. El afligido necesita apoyo y consuelo de sus amigos. Dios desea un corazón sincero que se presente ante él y le exprese su dolor y sus dudas como hago yo, y no que lo adulen como ustedes lo hacen, haciendo sufrir más con esas adulaciones a su prójimo (ver Job capítulos 10-11-12-13).

Por otra parte, negar las dificultades y los desafíos de la vida con la excusa de que “todo es para bien” puede ser una forma de evitar hacerse cargo del problema. Si en el fondo esto es realmente bueno, ¿por qué debería preocuparme de solucionarlo?

Muchas veces las dificultades nos ayudan a crecer. Si negamos que haya problemas, podemos llegar a pensar erróneamente que el mal no existe y tomar una postura pasiva frente a la tragedia. Sin embargo, el mal no es una ilusión y por ello la Torá fomenta la acción contra la injusticia y el odio.

De hecho, no somos quien para explicar las tragedias que suceden en el mundo. Reconocer que no podemos entender el porqué de los sucesos es parte del proceso de maduración de la persona creyente. Esta es una de las lecciones principales del libro de Job: ningún ser humano puede ponerse en el lugar de Dios y explicar por qué ocurre lo que ocurre. 

El final de la historia de Job es uno de los momentos más dramáticos de la Torá: allí Dios se revela a Job y le hace concientizar que el Creador está más allá de los designios humanos y que cualquier intento de comprenderlo falla inevitablemente.

A ello también se refiere la Torá cuando narra el diálogo cúlmine entre Dios y Moisés. El gran profeta le pide a Dios comprender por qué las cosas ocurren: Moisés quiere saber por qué al justo le va mal y al malvado le va bien. Dios responde que no puede ver Su rostro de frente, pero sí desde atrás. Metafóricamente, le hace ver que ni siquiera el más grande de los profetas puede comprender los designios Divinos. 

El mensaje para nosotros es claro: nadie puede darse el lujo de ponerse en el lugar de Dios, o atribuirse la capacidad de entender por qué ocurren las cosas de determinada manera, y no de otra.

En definitiva, no busquemos explicar los caminos de Dios para justificar la fe frente a la tragedia ya que justamente la fe consiste en confiar en Dios aun sin entender sus caminos. 

Cuando alguien sufre, no le demos una lección de moralidad y fe, ayudémoslo y consolémoslo. Esa es nuestra misión. Dios no necesita que lo defendamos sino que nos pide que seamos empáticos con el prójimo.