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17 de Tamuz – Transformar el duelo en algo positivo

El 17 de Tamuz es un día de duelo, ayuno e introspección instituido en recuerdo a la ruptura de las murallas de Jerusalén en dos oportunidades que llevaron a la destrucción del Gran Templo de Jerusalén: el primero, por Nebujadnesar (Nabuconodosor) de Babilonia, el 9 de Ab de 423 a.e.c.; el segundo, por Tito Flavio Vespasiano del Imperio Romano, el 9 de Ab de 68 d.e.c.

No se come ni se bebe desde el amanecer hasta la salida de las estrellas. A partir de esta fecha comienzan las semanas de ben hamesarim (etapa de conductas leves de duelo por la destrucción del Gran Templo de Jerusalén, hasta Tishá BeAb).

La Mishná, Taanit 4:6 señala los sucesos que ocurrieron en esta fecha:

«Cuatro acontecimientos negativos ocurrieron a nuestros antepasados en 17 de Tamuz y cinco en Tishá beAb. El 17 de Tamuz se rompieron las Tablas de la Ley [cuando Moshé bajó del monte Sinai y vio al pueblo adorando el Becerro de Oro], se anuló [la ofrenda diaria] Tamid [que representaba el servicio continuo en el Gran Templo de Jerusalén, poco antes de la destrucción del primero y segundo Gran Templo], se vulneraron las murallas de la ciudad [de Jerusalén, preámbulo de la destrucción tanto del primero como del segundo Gran Templo], Un general enemigo Apostomus quemó la Torá [para humillar públicamente al pueblo judío colocaron una estatua en el Santuario]».

Todos estos sucesos están relacionados con la destrucción del Gran Templo de Jerusalén y los intentos de destruir al pueblo judío. En realidad, la intención de los perseguidores era derrotar el espíritu de dignidad inherente al ser humano e imponer a la fuerza una forma de vida ajena a la Torá. El objetivo final era la disolución de los valores eternos de libertad, fraternidad, bondad, misericordia, amor, justicia y respeto para que triunfe la ley del más fuerte.

En este contexto, el pueblo judío pierde su hogar territorial (la soberanía sobre la Tierra de Israel) y espiritual (el Gran Templo de Jerusalén); pero nunca pierde los valores que lo guían en la historia. Podemos aprender de ese ejemplo: seguir en la senda de la Torá, difundiendo los valores e ideales que ayudan a la humanidad a progresar y acercarse a Dios, aun experimentando la adversidad.