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La convivencia con el distinto

Las buenas relaciones entre las personas son de gran importancia para mantener el mundo en paz y armonía. A su vez, la convivencia es un asunto al cual los sabios se refieren muchas veces cuando hablan de dérej éres.

Este concepto es tan obvio que está demás citar fuentes que lo corroboren. Sin embargo, ante la presencia de personajes obtusas que no entienden ni aceptan las ideas obvias si no son expresadas por alguien reconocido por ellos, hemos de citar fuentes que respalden este concepto obvio y evidente para cualquier persona que utilice su sentido común.

Hilel el Anciano dijo que el no hacer al prójimo lo que a uno no le gusta es la esencia de la Torá (Talmud Bablí, Shabat 31a). Este principio básico de comportamiento se llama “Regla de Oro” y aparece en los códigos de conducta de muchas culturas.

Ben Azai citó el versículo “Este es el libro de las generaciones del ser humano” [Génesis 5:1) como la regla principal de la Torá. En el mismo contexto, Rabí Akiba citó el versículo “Amarás al prójimo como a ti mismo”  [Levítico 19:18] como la regla principal de la Torá (Bereshit Rabá 24:7). 

En el fondo, tanto Ben Azai como Rabí Akibá ponderan el respeto a todos los seres humanos, sin ninguna distinción de religión, nacionalidad, etnia o género. Para los dos, la base de toda la Torá es el respeto y el amor a todas las personas.

La Torá comienza y termina con guemilut jasadim (actos de benevolencia): en el principio del relato bíblico, se relata que Dios vistió al primer ser humano (carente de etnia o religión alguna); en el final, que enterró a Moisés. 

Es por ello que el Talmud señala lo siguiente: “Así como Dios viste a los desnudos, nosotros también debemos vestir a los desnudos; así como Dios consuela a los dolientes, así nosotros debemos consolar a los dolientes; así Dios entierra a los muertos, nosotros debemos enterrar a los muertos (Talmud Bablí, Sotá 14a).

En el mismo sentido, Maimónides escribe que “imitar a Dios” con nuestras acciones, desarrollando una personalidad virtuosa, es un precepto (Sefer HaMisvot, misvot asé 8).

Se suele explicar erróneamente que la expresión «darké shalom» (caminos de paz) se refiere a que hay comportarse de una manera determinada con todos los seres humanos para que no guarden rencor y no odien y no hagan algún daño; pero si no fuera por esto no habría una obligación estricta de comportarse de esa manera sino que sería una mera estrategia de supervivencia.

Maimónides escribe lo siguiente:

Los sabios ordenaron visitar a los enfermos y enterrar a los muertos incluso de los idólatras, junto a los muertos de Israel, y sustentar económicamente a sus pobres, junto a los pobres de Israel, por darké shalom. Esto es lo que está escrito: Es bueno Dios para todos y misericordioso sobre todos sus actos’ [Salmos 145:9]. Y está escrito: ‘Sus caminos son caminos agradables y todos sus senderos son de paz’ [Proverbios 3:17]” (Mishné Torá, Hiljot Melajim u Miljamot 10:12).

Si Maimónides escribe esto respecto a los idólatras y paganos, ¡cuánto más aplican estos principios a nuestras relaciones con las personas de cualquier religión en la actualidad, que indudablemente tienen un comportamiento ético y han abandonado las inmorales actitudes de los paganos de la Antigüedad!

Queda claro que darké shalom no es una instancia de último recurso ni una estrategia de supervivencia sino lo que indica la Torá desde un principio esencial: que busquemos la paz con el prójimo, que haya armonía entre todos y que busquemos el bien de todo ser humano.

Los sabios también afirman sabiamente que “los buenos modales anteceden a la Torá” (Pirké Abot 3:17).

El Talmud dice: “Los buenos modales son una parshá ketaná (ciencia fácil minúscula y simple) que toda la Torá depende de ella”, porque el buen trato no requiere de estudios profundos y largos, sino que está basado en el sentido común y en la empatía y la habilidad de ponerse en el lugar del prójimo. 

Por ello, es grave ver que hay personas eruditas o inteligentes en alguna materia —religiosa o científica— que pierden todo su potencial humano por el simple hecho de no haber sido introducidos en el arte de los buenos modales y el respeto básico hacia las personas que no pertenecen a su creencia o sector.

He visto con mis propios ojos cuánta sabiduría queda enquistada y desperdiciada porque sus propietarios, al carecer de la habilidad del trato amable con el prójimo que es de distinto grupo ideológico o etnico.

Puede haber influencias del ambiente: vivir en entornos cerrados, sin amplitud mental ni capacidad de entender que el otro también es una persona, puede hacer que uno caiga en el error de que que su verdad es la verdad única y que cualquier diferencia debe ser reprimida por ser intolerable e inaceptable. A través de la incapacidad de aceptar una diferencia de opinión, se llega a la falta de respeto.

Así, encontramos que, por varios motivos sociológicos y psicológicos, es común que muchas personas desprecian al prójimo porque no pertenecen a su grupo religioso y se olvidan que Dios en la religión establece como premisa “amar al prójimo es la base de la vida

Empecemos, pues, a transitar el camino de refinar nuestro carácter, respetando a todas las personas en su individualidad única e irrepetible.