El mundo existe desde mucho antes que nosotros: la historia es un proceso extenso en que todos estamos inmersos. Para tener una concepción adecuada del mundo, tenemos que leer historia. Si perdemos la noción de la historia, podemos llegar a desorientarnos y perder el foco.

La recuperación de la soberanía judía sobre Jerusalén es un momento bisagra, de quiebre histórico. En 1967, durante la Guerra de los Seis Días, Israel recupera de manera milagrosa la soberanía sobre la ciudad de Jerusalén. Luego la reconstruye. Estamos hablando menos de veinte años después de la independencia del Estado de Israel (1948) y poco más de veinte años después de la Shoá (1933-1945). Desde el ataque más mortífero al pueblo de Israel y la destrucción más sanguinaria y atroz de manos del régimen nazi de Hitler hasta la liberación de Jerusalén pasó un período muy breve de tiempo. Ubicar estos eventos nos da una dimensión de su importancia en la conciencia colectiva.

Poco más de cincuenta años luego de la recuperación de Jerusalén, vemos frente a nuestros ojos la increíble reconstrucción de la ciudad. Quienquiera que visite Jerusalén, se sorprenderá por encontrarse con una ciudad pujante y vibrante: es un centro mundial de religión, tecnología, ciencia y humanidades. Hay habitantes de distintas religiones y orígenes étnicos, cada uno aportando su forma de vida y visión del mundo para una ciudad plural y llena de vida.

¿Quién hubiera imaginado semejante situación hace sesenta años? ¿Quién hubiera podido soñar con algo tan maravilloso? ¿Somos conscientes de la situación histórica que nos toca vivir? En Iom Ierushaláim, reflexionar sobre estos asuntos puede ser una forma de valorar y ponderar el momento privilegiado que vivimos.