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El Estado de Israel como ejemplo para las naciones

En Iom Haasmaút se celebra el día de la independencia del Estado Israel.

El Estado de Israel es un ejemplo que conjuga la tradición con la democracia y un modelo para todos aquellos que bregan por mantener su identidad cultural y a la vez respetar la ajenas, dignificando a todos los pueblos del mundo. 

El mundo debería aprender a considerar, ponderar y respetar la individualidad de cada pueblo —la propia y la ajena— para hacer prevalecer la paz entre todos los seres humanos.

Para poder mantener este camino, debemos procurar cuidarnos del extremismo y el fanatismo. Cuando el individuo no logra asumir que su función y objetivo en la vida no está limitada a un solo aspecto de su persona, cuando la constancia y la perseverancia es utilizada a favor de un grupo determinado de ideas y actitudes, dejando de lado la totalidad de las obligaciones como humanos, entonces se produce el proceso llamado «fanatismo».

El fanatismo o extremismo es sinónimo de desequilibrio. Al no tener este en cuenta «el todo» en su relación con «la parte», esta última pasa a convertirse en sí misma en el todo. El afán por llevar a cabo esa parte, desvirtuará el valor de ella y de todas las demás obligaciones a las que no tiene en cuenta, y los resultados conllevarán al fracaso.

Por ejemplo: en temas de salud uno no puede solamente atender la necesidades de un órgano del cuerpo, cada ingesta y cada ejercicio debe ser realizada considerando la totalidad del cuerpo para que tenga beneficio.

Cuando todos los esfuerzos se dirigen hacia un aspecto de la vida, descuidando otros, se genera un desequilibrio que conlleva situaciones peligrosas. Debemos estar atentos para evitar esa problemática.

Hay que analizar cada paso que damos, cada acción que realizamos, teniendo en cuenta que es parte de un conjunto de acciones e ideas a las cuales son parte de la realidad. 

Entonces y sólo entonces cada acción florecerá en su aspecto más sublime, alejando a las personas del extremismo y llevándolas así a la integridad.

Israel, un país joven, en una zona de sensibilidades, está llevando a cabo muchos logros en diversas disciplinas, pero el que más me resulta digno de ponderar hoy al cumplir 75 años de su creación como Estado moderno es saber mantener la cultura propia, respetando también la de los demás. 

Esto es un ejemplo para todas las naciones del mundo. El Estado de Israel debe seguir con esa política:  valorar la diversidad y el respeto por los demás, sin abandonar su identidad y cultura, para lograr una convivencia pacífica y armoniosa dentro de Israel y como ejemplo a toda la humanidad.